La Quinta de los Molinos
La Quinta de los Molinos es, quizás, uno de los parques madrileños más desconocidos y que más habría que reivindicar. Es un gran espacio de 25 hectáreas lleno de verde y de historia. Un gran parque del distrito de San Blas – Canillejas, limitado por la calle Alcalá al sur y la avenida del Veinticinco de Septiembre al norte. Y con la boca de metro a la puerta, el de Suanzes, mira cómo se llega hasta allí desde cualquier punto de la ciudad.
A una de sus puertas, que hay cinco más por las que se puede acceder. La Quinta de los Molinos es un precioso espacio natural que está ahí al lado pero muchos madrileños desconocen.





El conde de Torre Arias era el propietario de esta finca hasta que se la vendió en 1920 al arquitecto César Cort Botí. El nuevo propietario de la Quinta de los Molinos transformó la finca en el espacio que hoy disfrutamos los madrileños. Añorando sus orígenes alicantinos, Cort impregnó la Quinta de los molinos de un marcado estilo mediterráneo. De ahí la gran cantidad de olivos, plátanos y pinos.
La finca fue su residencia hasta su muerte en 1978, momento en el cual pasó a un estado de abandono. Hasta que en 1982 el Ayuntamiento de Madrid recibe 21 hectáreas de la finca en propiedad e inicia su restauración. Poco después abriría sus puertas a todos los madrileños como parque histórico gratuito.








En la Quinta de los Molinos se pueden diferenciar dos áreas: el norte y el sur. En el norte de la finca impera el estilo romántico paisajista de jardín, y es el origen del parque. Aquí Cort levantó diversas edificaciones. La principal de ellas es el Palacete de estilo racionalista que fue residencia del arquitecto alicantino. Este edificio está rodeado de fuentes y jardines, y tiene cerca un espacio de corte clásico en el que se instaló una pista de tenis. Cerca del palacete está la Casa del Reloj, de arquitectura más tradicional y de reconocibles paredes rojizas, pensada en su origen como residencia de verano de la familia.








En esta zona norte se encuentran los dos molinos que aún se conservan. Estos molinos son, técnicamente, aeromotores. Se emplearon para aprovechar el agua de los pozos de la finca, así como para elevar el agua de los arroyos que la atravesaban. Fueron traídos desde Michigan, Estados Unidos, y terminaron por convertirse en el elemento más popular de la quinta. Se usaban tanto para el abastecimiento de los diferentes edificios como para el riego de las zonas verdes.








La mitad sur de la Quinta de los Molinos fue fruto de las diferentes ampliaciones pagadas por Cort. En este espacio sur se dividió en grandes parcelas en las que se plantaron diferentes especies, sobre todo almendros y olivos. Esta zona, caracterizada por su aspecto agrícola, es atravesada por el camino central que lleva desde la puerta sur de la Calle Alcalá al puente del Arroyo de los Trancos, donde el paisaje cambia completamente.




Los almendros en flor en la Quinta de los Molinos




La estrella de la Quinta de los Molinos es su gran cantidad de almendros. Miles de árboles de diferentes tipos de almendros que con la llegada de la primavera inician su floración. Más de 1.500. Este momento de la floración, habitualmente entre febrero y marzo, es el gran momento del parque. Es un espectáculo visual total, cuando estalla la vida. El sur del parque se llena de tonos blancos y rosas de los árboles despidiendo el invierno. Visualmente es algo digno de ver.




Esta imagen de los almendros en flor es la imagen más característica de la Quinta de los Molinos. Como los miles de almendros que florecen, miles de madrileños se acercan a verlo. A pasearlo. A fotografiarlo (y fotografiarse). Hacer pequeños picnics y meriendas admirando las variedad de colores es otro de los planes para disfrutar.




Otras formas de disfrutar la Quinta de los Molinos




Como casi cualquier parque madrileño, en la Quinta de los Molinos se practica el running. No hay grandes grupos como en otros parques más modernos, porque los caminos son estrechos y sinuosos. Pero Es un parque muy bueno para los aficionados a correr que busquen un perfil variado, lleno de cuestas. En mi opinión, no es un parque especialmente cómodo para correr, pero todo el mundo debería disfrutarlo. También es habitual ver a gente practicando taichí, tanto en numerosos grupos como en solitario. Y también existe un espacio para la calistenia.




La Quinta de los Molinos también es un rincón especialmente guay para disfrutarlo con niños. Porque en el palacete se ubica desde julio de 2018 el primer centro cultural destinado íntegramente a los más jóvenes. Actividades y propuestas pensadas para el disfrute de la población infantil de la ciudad. Se llama Espacio Abierto y tiene una amplia programación muy segmentada por edades para que todos disfruten. Desde los 0 a los 16 años. Cine, conciertos, danza, teatro, un café-jardín, un espacio de juego libre y muchos talleres.